España arde. Este 2025 ya es recordado como el año más devastador de la historia reciente: más de 400.000 hectáreas arrasadas en lo que va de verano, cientos de focos activos y poblaciones enteras evacuadas. El Gobierno, fiel a su discurso, señala al cambio climático como el gran culpable, y propone un “pacto de Estado contra la emergencia climática”. Sin embargo, la realidad es otra: la inmensa mayoría de los incendios no los provoca el termómetro, sino el ser humano, y se expanden con fuerza por culpa del abandono del monte.
El abandono del monte: la raíz del problema que nadie quiere señalar
Durante generaciones, los montes españoles estuvieron en manos de sus vecinos. Ganaderos y agricultores recogían leña, pastoreaban rebaños y mantenían limpios los cauces. Esa labor era, además de un recurso de subsistencia, la mejor garantía contra el fuego.
Hoy la situación es bien distinta. Las leyes autonómicas, estatales y europeas han convertido esas tareas en trámites imposibles. Se exige autorización para desbrozar, permisos para limpiar riberas, y hasta se limita la recogida de leña. El resultado es claro: más maleza, más ramas secas, más combustible. Lo que antes era prevención activa se ha transformado en abandono del monte.
Cuando la prohibición se convierte en polvorín
La contradicción legal es sangrante. La Ley de Montes obliga a propietarios y administraciones a mantener limpios los montes. Pero las normas de conservación restringen cómo hacerlo. Así, el vecino que quiere limpiar teme sanciones, y la maleza se acumula hasta que el fuego encuentra el terreno perfecto.
No es casualidad que los incendios actuales sean de “sexta generación”, con una virulencia capaz de crear su propio clima. El monte abandonado es la chispa latente de cada verano.
El abandono del monte y el 80 % de incendios provocados
El Gobierno insiste en la narrativa del cambio climático, pero los datos lo desmienten:
- Más del 80 % de los incendios en España son de origen humano (intencionados o por negligencia).
- Según WWF, hasta un 55 % son provocados deliberadamente.
- Desde junio, se han detenido a más de 30 personas y casi un centenar han sido investigadas por incendios.
El discurso oficial, al culpar solo al clima, lava responsabilidades y oculta la mano delictiva y la inacción en la gestión del monte. El abandono del monte se combina con la provocación, y el resultado es la tormenta perfecta.
El pacto climático: humo para tapar el fuego
Pedro Sánchez ha anunciado la declaración de zonas catastróficas y un pacto de Estado contra la emergencia climática. Pero ¿qué significa realmente? En la práctica, es un gesto político que no ataca el problema real:
- No devolverá al campo la capacidad de limpiar y gestionar.
- No reducirá el abandono del monte.
- No frenará la mano de quienes prenden fuego.
Es un pacto vacío si no se centra en lo esencial: recuperar la gestión activa del monte y devolver la voz a quienes viven en él.
El abandono del monte y la pérdida de identidad rural
No solo hablamos de incendios. El abandono del monte implica también la pérdida de tradiciones milenarias:
- La recogida de leña, la trashumancia, la limpieza de riberas o la quema controlada.
- Actividades que eran prevención y cultura a la vez, ahora tratadas como delitos.
La consecuencia es la despoblación. Los jóvenes huyen porque cada tarea del campo se convierte en un obstáculo burocrático. El monte, sin manos que lo trabajen, se convierte en un espacio vacío, vulnerable y olvidado.
Ecologismo de despacho vs. sabiduría del campo
Este conflicto refleja dos visiones enfrentadas:
- Para los ecologistas de despacho, el monte debe ser intocable, como un museo natural sin presencia humana.
- Para los vecinos rurales, el monte es vida, recurso y protección.
Mientras no se reconcilien ambas perspectivas, seguirá creciendo el abandono del monte, y con él, la tragedia de cada verano.
Pacto por la Vida del Monte: una llamada a la acción
España no necesita un pacto de fotos y titulares sobre cambio climático. Necesita un Pacto por la Vida del Monte, con compromisos reales:
- Recuperar los usos tradicionales: pastoreo, recogida de leña, limpieza de cauces y desbroces controlados.
- Desburocratizar la prevención: simplificar autorizaciones y dar confianza a los vecinos que quieren actuar.
- Reforzar la investigación y las sanciones contra incendiarios y negligentes.
- Escuchar a los pueblos: alcaldes, ganaderos y agricultores deben estar en la mesa de decisiones.
- Inversión real en prevención: más brigadas rurales, más medios locales, menos discursos huecos.
Este pacto no se firma en una sala de prensa de Moncloa, se firma en cada aldea que se juega el verano. Si España no afronta el abandono del monte como un problema político, social y cultural, los incendios seguirán devorando nuestro futuro.
El verano de 2025 no es solo el más caluroso o el más seco. Es el reflejo de un país que ha dejado de cuidar sus montes y ha preferido culpar al clima antes que asumir su responsabilidad. El abandono del monte es hoy el verdadero incendio de España: invisible, prolongado y mortal.
Si no se actúa ahora, ni todos los pactos climáticos del mundo apagarán las llamas del próximo verano.
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