Estrada debería estar detenida

La diputada de la CUP, Laia Estrada, ha roto la foto del Rey Felipe VI en el Parlament catalán en un acto de odio político, agresión institucional y desafío democrático.

La diputada de la CUP, Laia Estrada, ha roto la foto del Rey Felipe VI en el Parlament catalán en un acto de odio político, agresión institucional y desafío democrático. Lo verdaderamente grave no fue el gesto, sino lo que vino después: nadie la expulsó, nadie la sancionó, nadie la detuvo. PP y Vox claman por justicia. ¿Hasta cuándo va a tolerarse esta traición subvencionada?

Una escena de bochorno nacional con nombre y apellidos: Laia Estrada

El 17/07/2025, durante una sesión parlamentaria en Cataluña, Laia Estrada, diputada de la CUP, protagonizó un acto absolutamente intolerable. Desde el atril del Parlament, extrajo una fotografía del Rey Felipe VI, la colocó boca abajo y la rompió ante todos los diputados mientras proclamaba con rabia: “Los catalanes no tenemos Rey”.

Este esperpento no fue improvisado. Fue medido, planificado y ejecutado con total frialdad. Estrada acusó al Rey de ser “hijo de un señor impuesto por un dictador” y de avalar la represión del 1-O con su discurso del 3 de octubre. Y por si no había suficiente veneno, defendió al rapero Pablo Hasél como víctima por llamar “ladrones” a los Borbones.

Todo ello sin que la Mesa del Parlament, presidida en ese momento por Raquel Sans (ERC), hiciera absolutamente nada. Ni llamada al orden. Ni interrupción. Solo complicidad institucional y cobardía parlamentaria.


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Silencio institucional y sumisión ante Laia Estrada

Lo más indignante no fue lo que hizo Laia Estrada, sino lo que nadie hizo frente a ella. El reglamento del Parlament prevé sanciones por ofensas graves, pero ni una palabra se dijo desde la Mesa. Raquel Sans miró sus papeles. El Govern calló. La izquierda nacionalista aplaudió por dentro.

PP y Vox sí levantaron la voz. El portavoz del PP, Juan Fernández, calificó el momento como “surrealista” y denunció la doble vara de medir, recordando sanciones a diputados por hechos mucho menos graves.
Desde Vox, Joan Garriga fue más allá: anunció una querella por injurias a la Corona, además de la exigencia de expulsión inmediata de Estrada del Parlament.

Pero el Parlamento catalán ya no es una institución de debate, sino una tribuna para la deslealtad impune, donde quien más odia a España más espacio tiene.


Laia Estrada no es una excepción: es el síntoma de un sistema podrido

La acción de Laia Estrada no es aislada. La CUP lleva años convirtiendo el odio a España en bandera. En 2016, seis diputados de su formación ya rompieron imágenes del Rey en la sala de prensa. Aquello les costó una breve detención por negarse a declarar ante la Audiencia Nacional. Hoy, hacen lo mismo en el hemiciclo… y nadie mueve un dedo.

Lo más grave es la contradicción que se acepta como normal: para ocupar su escaño, Estrada juró o prometió lealtad al Rey, aunque fuera con fórmulas hipócritas como “por imperativo legal”. Se beneficia del sistema que desprecia. Cobra del Estado que insulta. Y utiliza la democracia para dinamitarla desde dentro.

Si un diputado rompe la foto del president de la Generalitat en el Congreso, la reacción sería inmediata. Pero si es el Rey… todo vale.


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¿Qué debe pasar para que Laia Estrada rinda cuentas?

La querella de Vox y la presión del PP podrían activar una investigación formal contra Laia Estrada, pero eso no basta. Lo que exige este caso no es una multa simbólica ni una reprimenda parlamentaria: es una reacción ejemplarizante.

España necesita actuar con firmeza:

  • Expulsión inmediata del Parlament.
  • Inhabilitación por ofensa institucional grave.
  • Retirada de sueldo público.
  • Posible detención cautelar por atentado simbólico contra la Jefatura del Estado.

De lo contrario, el mensaje es claro: atacar al Rey sale gratis si estás en Cataluña, especialmente si formas parte del engranaje separatista subvencionado con dinero estatal.



Laia Estrada no es valiente, es una traidora con sueldo público

La izquierda independentista lleva años vendiendo a personajes como Laia Estrada como heroínas del pueblo. Pero lo que hemos visto es una traición impune, revestida de protesta, aplaudida por los suyos y tolerada por el Estado.

Romper la imagen del Rey en sede parlamentaria no es un “acto político”. Es una declaración de guerra simbólica contra la unidad nacional. Y mientras eso ocurra sin consecuencias, España será rehén de sus enemigos internos.

En cualquier país serio, Laia Estrada ya estaría fuera del Parlamento. Y posiblemente, detenida.

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