«¿De qué prostíbulos ha vivido usted?»
No fue un insulto, fue una bomba verbal cargada de contexto. Alberto Núñez Feijóo no solo le preguntó eso a Pedro Sánchez durante el pleno extraordinario del 9 de julio en el Congreso. Le desmontó el personaje. Porque si algo resume el sanchismo es esta escena: escándalos encubiertos, medios vendidos y una reacción de dignidad fingida cuando se les enfrenta con la verdad.
¿De qué prostíbulos ha vivido usted? La pregunta que les desmontó el decorado
En un Congreso lleno y en plena comparecencia por corrupción, Feijóo pronunció lo que nadie se atrevía a decir:
«¿Pero con quién está viviendo usted? ¿De qué prostíbulos ha vivido usted?»
La referencia era clara: los negocios atribuidos al padre de Begoña Gómez, vinculado a locales de ambiente y saunas que, según publicó El Español, fueron la base económica del hogar donde Sánchez vivió hasta llegar a La Moncloa.
Y ahí saltaron las alarmas. No porque fuese mentira —nadie lo negó— sino porque la pregunta rompió el relato de la izquierda impoluta. En un instante, el líder del PP desmontó la superioridad moral de un PSOE que vive del fango ajeno, pero se ahoga en su propia cloaca cuando le ponen un espejo delante.
¿De qué prostíbulos ha vivido usted? Medios comprados, indignación subvencionada
No fallaron. Los medios del sanchismo salieron en bloque: columnas de “escándalo”, tertulias lloronas y portadas almibaradas para proteger a su líder.
La Cadena SER, El País, laSexta, Público… todos fingieron sorpresa.
Pero llevaban años callando con Koldo, con Begoña, con Tito Berni, con Ábalos y con la amnistía.
Y en lugar de investigar lo que se insinuó, se limitaron a disparar al mensajero.
¿De qué redacciones han vivido estos medios durante la última década?
¿De qué publicidad institucional? ¿De qué pactos de silencio?
Porque si hay prostitución, es la informativa. Una en la que se alquilan titulares al mejor postor y se castiga al periodista que osa preguntar lo que el poder no quiere oír.
¿De qué prostíbulos ha vivido usted? La verdad silenciada sobre el pasado de Sánchez
Lo publicó El Español, no Feijóo: Sánchez vivió hasta su llegada a Moncloa en una vivienda sufragada por su suegro, empresario de saunas y clubes de ambiente liberal.
No es una acusación, es un hecho publicado. Y sin embargo, nadie del Gobierno lo negó. Solo se declararon “ofendidos”.
Y ahí está el drama:
cuando el PSOE acusa, exige dimisiones, juzga y condena.
Pero cuando se le pregunta… llora, se indigna y exige respeto.
¿Dónde quedó esa prensa valiente que linchaba a Ayuso por una cena o a Feijóo por una foto de hace 30 años?
¿De qué prostíbulos ha vivido usted? Y ahora, quieren prohibirlos
El colmo de la ironía llegó esta misma semana. Mientras Feijóo era atacado por usar la palabra «prostíbulo», el Gobierno anunciaba —sin rubor— que planea una ley abolicionista para erradicar la prostitución.
Sí: quieren ilegalizar el negocio… del que, según sus propias fuentes, Pedro Sánchez se benefició durante años.
La ley incluirá penas para proxenetas, clientes y dueños de locales. Además, el PSOE reformó sus estatutos para poder expulsar del partido a cualquier militante que haya pagado por sexo.
¿Será una medida moral o un intento de borrar su propia biografía?
Como dijo Feijóo: “Y ahora quiere ilegalizar su biografía. Allá usted, señoría.”
¿Y ahora qué? Entre la frase y la fecha de las elecciones
Pedro Sánchez respondió con evasivas. Dijo no querer entrar en descalificaciones personales y que el “caso de corrupción” le avergüenza… aunque sigue sin haber ceses, ni explicaciones, ni comisiones.
Feijóo, por su parte, cerró su intervención con un mensaje claro:
“Esto va de Sánchez o de decencia.”
Y esa frase también dolió. Porque resume una legislatura donde el presidente ha vendido la justicia, ha pisoteado la Constitución, ha dividido a España y ha comprado votos con impunidad.
Y ahora pretende que la dignidad parlamentaria se destruya por una pregunta.
MORAL DE LA HISTORIA
“¿De qué prostíbulos ha vivido usted?”
No es una grosería. Es una metáfora, una denuncia, un grito envuelto en sarcasmo.
Y lo que más dolió al sanchismo no fue la frase.
Fue que por una vez, alguien se atrevió a decir en público lo que todos ya comentaban en voz baja.
Como decía Quevedo:
“Pocas palabras bastan al que entiende. Y al que no… ni un discurso entero le sirve.”
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