El límite al Poder: Uno de los tres nombres oficiales que tiene nuestro país, según el artículo 35 de la Constitución Nacional, es el de «República Argentina«. «Argentina» deriva de argentum, que en latín significa «plata». La «Plata» era el mineral precioso del que estaba impregnado el Cerro Rico – cuya explotación comenzó hacia mediados del siglo XXI, que está ubicado en el actual territorio de Bolivia – por entonces Alto Perú. En aquella época, el Alto Perú formaba parte del Virreinato del mismo nombre, pero desde 1776, cuando se creó el virreinato del Río de la Plata, pasó a formar parte de este, al igual que el actual territorio de nuestro país, que terminó recibiendo el nombre derivado del metal que en aquel cerro se explotaba: «Argentina».

El límite al Poder: Con respeto al término «república», también deriva del latín res publica (cosa pública); si bien comenzó identificándose con la democracia, con el transcurso de los años y de la evolución de la ciencia política, pasó a representar a un sistema político caracterizado por la llamada separación de poderes, la independencia del Poder Judicial y la renovación periódica de autoridades.
El término «República», que constituye uno de los nombres oficiales de la Argentina, es además uno de los regímenes políticos con el que la Constitución Nacional ha organizado a nuestro país, en el que, por lo tanto, rigen los postulados antes señalados. El de la «renovación periódica de autoridades» es uno de ellos, e implica la necesidad de que exista alternancia de gobernantes en el ejercicio del Poder, sobre todo cuando se trata del representante del Poder Ejecutivo: Presidente de la Nación, Jefe de Estado, Jefe de gobierno, etc. Como en la Argentina, además del sistema republicano, rige un régimen Federal de gobierno, existen varios órganos ejecutivos: los gobernadores provisionales y los intendentes comunales.
El límite al Poder: UNA DE LAS FORMAS DE LIMITAR Y CONTROLAR EL EJERCICIO DEL PODER es limitándolo en el tiempo, es decir, impidiendo las reelecciones excesivas. Por lo tanto, resulta una patética contradicción que una Constitución, que por esencia es un límite al ejercicio del poder, admita reelecciones, o al menos que admita que un presidente pueda serlo más de una vez, ya que, independientemente de su gestión, es sabido que el ejercicio del poder degenera, corrompe y va minando la eficiencia en el ejercicio del poder político.
El límite al Poder: El Poder no se eterniza, se controla
El Poder necesita límites claros
El concepto de Poder, en cualquier sociedad democrática y republicana, debe entenderse como un instrumento prestado por la ciudadanía y nunca como un derecho adquirido. El mandato es transitorio por una razón: porque el abuso llega cuando los controles fallan. Las reelecciones indefinidas, o los atajos legales para perpetuarse en el cargo, son mecanismos que pervierten la idea de representación.
El límite al Poder: Cuando el Poder se vuelve costumbre, llega la corrupción
El Poder tiende a acumularse como el agua estancada: cuando no fluye, se pudre. En todas las latitudes y en todos los sistemas, el exceso de permanencia trae consigo clientelismo, manipulación y pérdida de legitimidad. Las naciones más estables lo saben: el respeto por los plazos y la alternancia garantiza salud institucional.

El límite al Poder: Separar el Poder del ego personal
El verdadero republicano es aquel que sabe cuándo retirarse. El que no confunde el cargo con su identidad. Si un presidente cree que es irremplazable, ya ha perdido la perspectiva republicana. Por eso, más allá de reformas constitucionales o atajos políticos, el mejor freno al Poder es una cultura política basada en la ética, la educación cívica y la responsabilidad colectiva.
El límite al Poder: La ciudadanía como contrapeso del Poder
En definitiva, el único garante del equilibrio del Poder es el pueblo. Una sociedad informada, crítica y activa es el mayor muro contra los abusos. La democracia no se sostiene solo con instituciones: se sostiene con ciudadanos conscientes que entienden que el Poder no es un fin en sí mismo, sino un medio para construir una Nación más justa, libre y soberana.
