La imputación de David Sánchez Pérez-Castejón, hermano de Pedro Sánchez, no es un hecho aislado, sino la confirmación de una forma de gobernar donde la transparencia, la ética y la responsabilidad han desaparecido. Este caso, centrado en la creación de un puesto a medida en la Diputación de Badajoz, evidencia el descaro con el que el entorno del presidente utiliza las instituciones públicas como si fueran de su propiedad.
«El sanchismo no admite la crítica.» Desde su llegada al poder, Pedro Sánchez ha demostrado ser un líder que elimina a los disidentes, blinda a los suyos y ataca a quienes cuestionan sus actos. Este patrón, repetido en cada escándalo, ha transformado el Gobierno en una maquinaria de control cuyo único objetivo es perpetuar a Sánchez en el poder a toda costa.
No es un accidente, es un sistema
El caso del hermano de Sánchez es solo uno más en una larga lista de escándalos que incluyen tramas como Mediador y denuncias de manipulación institucional. La constante negación de irregularidades y la falta de autocrítica no son casualidades; son estrategias calculadas de un Gobierno que no rinde cuentas ni ante la justicia ni ante la ciudadanía.
«Sánchez no gobierna, domina.» Con un discurso vacío y una política de ataque, la ética ha sido sustituida por la propaganda. Las instituciones, que deberían proteger a los ciudadanos, han sido transformadas en herramientas al servicio del poder.
El Congreso Federal, un ritual de control
El próximo Congreso Federal del PSOE no será un espacio para la autocrítica, sino un acto donde la corrupción será ignorada y el líder venerado. Pedro Sánchez no busca gobernar democráticamente, busca someter. Este evento, disfrazado de éxito, es un símbolo de cómo el sanchismo opera: silencio, lealtad y blindaje del poder.
La ciudadanía merece más
La corrupción que rodea al sanchismo no es una excepción; es una práctica habitual. Cada nuevo caso no genera dudas, confirma lo evidente: el Gobierno actúa con total impunidad. Pedro Sánchez no cambiará, ni admitirá errores, porque su proyecto no es España, es él mismo.
La única esperanza para frenar esta deriva autoritaria es la justicia. La pregunta no es si Sánchez reflexionará; eso ya es imposible. La verdadera cuestión es cuánto tiempo más la ciudadanía permitirá que esta maquinaria de poder erosione los pilares democráticos del país.
«Pedro Sánchez no rendirá cuentas voluntariamente: solo la justicia puede detenerlo.»