La dictadura del bulo: Sánchez silencia a España

La dictadura del bulo: Sánchez silencia a España

El Gobierno de Pedro Sánchez ha encontrado su Excalibur dialéctica : la palabra bulo . Cada vez que alguien osa cuestionar sus decisiones, señalar errores o exponer incoherencias, la respuesta oficial parece sacada de un manual: «Eso es un bulo» . Ya no importa si la crítica viene de la oposición, de un periodista, de un juez o incluso de un vecino indignado en redes sociales; si no comparte con la verdad oficial, automáticamente pasa al cajón de los fake news .

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Esta estrategia de «bulo ya callar» no se detiene ahí. Bajo el noble pretexto de «proteger la democracia y la información veraz» , el Ejecutivo no solo ha aprobado leyes que limitan la libertad de expresión, sino que ahora, como un gran hermano digital, pretende meter las manos en el universo de los influencers . Sí, esos creadores de contenido que, entre recetas de cocina y trucos de maquillaje, se convierten ocasionalmente en altavoces de lo que no se quiere oír. Según el Gobierno, se les exigirá mayor «transparencia» en sus contenidos publicitarios, pero ¿quién puede asegurar que esta transparencia no será el eufemismo de turno para censura encubierta?

Por supuesto, desde el PSOE aseguran que todo esto es «por el bien común» , porque la verdad, la auténtica y única verdad , es la suya. Todo lo demás, incluido un proceso judicial contra algún socialista destacado, es automáticamente descalificado como una invención perversa del sistema. ¿Los jueces que investigan casos incómodos? Mienten. ¿Los periodistas que publican reportajes críticos? Mienten. ¿Los ciudadanos que protestan en redes? También, claro, mienten. La oposición, por descontado, vive en una permanente fantasía conspiranoica.

Y mientras tanto, los órganos de control —esos guardianes de la “verdad oficial” — se multiplican como setas después de la lluvia. Los medios de comunicación críticos están en la mira; las redes sociales, bajo lupa; y ahora, los influencers , como si el verdadero problema de España reside en un vídeo de 30 segundos sobre política grabado desde una habitación mal iluminada.

El descenso alcanza niveles tragicómicos . En un país donde las listas de espera se eternizan , donde la economía se tambalea y donde la corrupción parece endémica , el Gobierno prefiere invertir sus esfuerzos en decidir qué contenido en TikTok o Instagram es apto para el consumo. Es como si al Titanic le faltara un bote salvavidas y Sánchez ordenara priorizar la redistribución de las cuberterías.

Y aquí estamos, bajo el régimen de la «verdad absoluta» , donde disentir es sinónimo de mentir y cuestionar es sinónimo de conspirar . Como diría el refrán: «Si el río suena, bulo lleva». Por lo visto, a este Gobierno lo único que le molesta más que la crítica es la propia realidad .

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