La dimisión de Noelia Núñez por mentir en su currículum ha servido de excusa para que el sanchismo saque pecho, señale con el dedo y pretenda dar lecciones de ética. Pero lo que debería ser un gesto normal —asumir responsabilidades por una falsedad— se ha convertido en una rara avis en una política dominada por impostores profesionales. Y lo más indecente no es el error cometido por Núñez, sino la desvergüenza de quienes, con su propio currículum manipulado, se atreven a acusar sin pestañear.
El gesto de Núñez: lo que debería ser la norma
No vamos a blanquear nada. Mentir en el currículum es gravísimo, lo haga quien lo haga. Noelia Núñez se inventó títulos, adornó méritos académicos y, al ser descubierta, dimitió de todos sus cargos: su escaño, su portavocía municipal y su papel en el Comité Nacional del PP. Una salida digna dentro de una situación indigna.
Y eso —dimitir— debería ser lo habitual. Pero no lo es. Porque en la España de hoy, la mentira no solo no se castiga: se premia, sobre todo si llevas el carné del PSOE en la boca o en la cama.

El cinismo del sanchismo: falsificadores que acusan
Que desde el PSOE y sus terminales mediáticas se lancen a devorar a Noelia Núñez es grotesco. Sobre todo cuando en sus propias filas la falsificación del currículum se ha convertido en norma no escrita:
🟥 Pedro Sánchez, el galgo de Paiporta
El campeón de la posverdad. Presume de doctorado, pero su tesis está bajo sospecha por plagio y opacidad. Prometió no pactar con Bildu ni con separatistas. Mintió. Prometió irse si mentía. Aquí sigue. Mentir es su manual de estilo.
🟥 Begoña Gómez
Presentada como “directora académica” de másteres sin titulación ni méritos. Su cátedra fue creada a medida, financiada por empresas que luego recibieron adjudicaciones públicas. Aún no ha mostrado un solo título oficial en su área. Pero ahí sigue: blindada y sonriente.
🟥 Óscar Puente
El vocero de Moncloa. Años asegurando que era licenciado en Derecho Económico. Todo falso. Pero no dimite. Ni se sonroja. Ataca a periodistas y lanza cortinas de humo cada vez que alguien saca sus vergüenzas.
🟥 Santos Cerdán
El número dos del PSOE. Estuvo protegido por el partido hasta que terminó en la cárcel. Solo entonces se le pidió la dimisión. Lo defendieron hasta el último minuto.
🟥 Francina Armengol
Se presentaba como licenciada en Farmacia. No terminó la carrera. Silencio. Encubrimiento. Y ascenso a la presidencia del Congreso. ¿Dimitir? ¿Por qué, si aquí nunca pasa nada?

El PP también tiene lo suyo
Porque sí, el PP también ha tenido farsantes. Recordemos:
- Cristina Cifuentes, que defendió un máster inexistente con un trabajo fantasma. Terminó dimitiendo… cuando la presión ya era insoportable.
- Pablo Casado, también bajo sospecha por sus másters regalados.
Lo que cambia no es que haya falsedades en ambos lados —las hay—, sino que solo en algunos casos hay consecuencias. Noelia Núñez dimite. Sánchez y los suyos se perpetúan.
Una torpeta que sirve al sanchismo
El caso Núñez ha servido en bandeja a Sánchez y su sincronizada de ministros, portavoces y periodistas una nueva excusa para tapar su basura. Como siempre: “y tú más”.
Pero no cuela. La misma izquierda que falsifica currículums con una mano y firma indultos con la otra, se atreve a exigir dimisiones mientras ellos reparten impunidad.
Hipocresía de altura. Mentira institucionalizada. Y una indecencia que convierte la política en un estercolero.
Refrán del día: “Se cree el ladrón que todos son de su condición”
Noelia Núñez mintió. Lo pagó. El PSOE miente cada semana… y gana poder. Esa es la diferencia.

No es cuestión de títulos… es cuestión de neuronas
Porque no nos engañemos: no es cuestión de carreras, másteres ni titulaciones colgadas en la pared. Puedes tener cuatro licenciaturas, un doctorado y un currículum de 20 páginas, y aun así ser el peor político que ha pisado el Congreso.
Y al contrario: hay gente con estudios básicos, pero con experiencia real, capacidad de gestión y sentido común que ha hecho un papel impecable en lo público y en lo privado.
¿Ayudan los estudios? Claro que sí. Pero no sustituyen ni la inteligencia, ni la ética, ni la verdad. Un currículum es eso: una hoja de vida, no un papel de propaganda. Y cuando tienes que inventarlo para justificar lo que no eres, el problema no es el título, es la mentira.
¿O acaso no tuvimos como ministra a una cajera? Que no se nos ofenda nadie: ser cajera es una profesión tan digna como cualquier otra, pero no basta para gestionar un país. Aquello fue un desastre. Porque más que títulos… faltaban neuronas.
¿Y qué decir de Óscar Puente? ¿Alguien cree que con tres carreras sería más eficaz? Por favor. Donde no hay, no se puede sacar. Aunque le pongan un birrete y un diploma, seguirá siendo lo mismo: un altavoz con ego, pero sin contenido.